sábado, 11 de noviembre de 2017

Los amos solos

Llevaba tiempo fantaseando con ello, excitándome en silencio solo con pensarlo. Sabía que A. pensaba en ello igual que yo. Y que tanto mi señor como su señora estarían encantados de jugar a ese juego.
Y sucedió.

Ese día quedamos con ellos sobre las 12 de la mañana. En nuestra casa. Me divierte pensar en nuestra casa, tan colorida y naíf, como un antro en el que la lujuria se desata cada vez que vienen 😁.

Mi señor me estuvo aleccionando durante las horas previas a su llegada. El día anterior me hizo acostarme con un consolador introducido en mi coño y se cuidó varias veces durante la noche de que se mantuviera en su sitio.

Por la mañana, me obligó a preparar el desayuno con aquello dentro de mí y me hizo comer de rodillas a su lado como haría una perra.

  • Señor: Espero que hoy te comportes como te tienes que comportar y no me dejes en ridículo. ¿Te has enterado?
  • Laura: Sí, mi señor.
  • Señor: ¿Qué va a pasar hoy?
  • Laura: Que mi señor y la señora van a follar sin que A. ni yo estemos delante.
  • Señor: ¿Por qué?
  • Laura: Porque a ustedes dos les apetece y se merecen disfrutar sin que nosotros les molestemos.
  • Señor: Eso es, perra. ¿Cuáles serán tus obligaciones para hoy?
  • Laura: Mis obligaciones para hoy serán estar a su servicio y al de la señora para que disfruten lo más posible y ayudarles en todo lo que necesiten.
  • Señor: ¿Qué harás para ello?
  • Laura: Haré todo lo que ustedes me manden y, además, las cosas que usted ya me ha encargado especialmente para hoy.
  • Señor: Bien, perra, recoge la mesa, arréglate y vete preparando. Ya sabes que si te portas bien tendrás tu recompensa.

La indumentaria que mi señor eligió para mí ese día fue una camiseta negra de amplio escote con los hombros al descubierto. A él le gusta más que insinúe que que enseñe. Eso sí, no me permitió llevar bragas.

Mientras esperábamos la llegada de nuestros invitados acondicioné el salón para la sesión. Quité la mesa de centro y puse en su lugar dos sillas unidas respaldo con respaldo, una mirando hacia el pasillo y otra, hacia la cristalera.

Mi señor planeó que para cuando ellos llegaran a casa, yo estaría sentada en la silla que miraba hacia el pasillo, con la camiseta puesta, las bragas quitadas y las piernas abiertas. Esposada a la silla con las manos a mi espalda y mi collar de perra puesto.

Cuando llegaron, él fue a abrirles. Me excitaba sentirles en la entradita y oírles avanzar por el pasillo mientras les esperaba en mi silla.

La señora se acercó a saludarme y, revolviéndome el pelo con una mano y agarrando mi correa con la otra, me dijo, mientras tiraba hacia arriba:

  • Señora: Hola, perra. Me ha dicho tu señor que sabes lo que va a pasar hoy, ¿no?
  • Laura: Sí, señora.
  • Señora: ¿Te apetece que me folle a tu señor? Porque a mí me apetece mucho follármelo...
  • Laura: Sí, señora, todo lo que a usted y a él les apetezca a mí también me apetece.
  • Señora: Así me gusta, zorrita. Mi perro también está babeando de pensar que otro hombre me va a follar a sus espaldas. ¿Verdad, perro?
  • Sumiso: Sí, mi ama.
  • Señora: ¿Qué va a pasar hoy, perro?
  • Sumiso: Que usted y el señor I. van a follar sin que ni su perra ni yo estemos delante.
  • Señora: Muy bien. ¿Y tú qué harás mientras tanto?
  • Sumiso: Esperar a que ustedes terminen, mi ama.
  • Señora: Y escuchar a tu dueña gemir disfrutando con la polla de otro, ¿no?
  • Sumiso: Sí, mi dueña.
  • Señora: Hecho el cabrón que te gusta ser, ¿no?
  • Sumiso: Sí, mi dueña.
  • Señora: Hoy nos toca disfrutar a ti y a mí, I., y los perros que se queden aquí atados como tiene que ser.
  • Señor: Está claro, pero, M.M., siéntete libre de usar a mi perra si antes quieres darle unos azotes o deseas que te hago algo. Mi casa es tu casa y mi perra está a tu servicio.

La señora sentó a A. en la silla que estaba detrás de la mía e igualmente lo esposó con las manos a su espalda. 

  • Señora: Perra, ya has oído a tu dueño, y me apetece darte unos azotes en ese culito, que ya sé que no te gusta mucho, pero a tu amo y a mí nos encanta.
  • Señor: Toda tuya.

Mi amo me soltó las esposas y me obligó a ponerme en el suelo a cuatro patas. La señora, como a ella le gusta, acarició mi culo con suavidad y pasó la punta de sus dedos por mi entrepierna. 

  • Señora: Pero si ya estás mojada, putita…
  • Señor: Aunque rebelde a veces, es una buena perra 😊.

¡¡Zas!! La señora me golpeó con fuerza con la palma de su mano abierta. Y yo gemí de excitación mientras sentía a mi señor disfrutar. Con cuatro o cinco golpes ya me había puesto el culo muy rojo y volvió a colocarme en la silla con las esposas puestas. 

  • Señora: Perra, mira cómo le acaricio la polla a tu dueño.

Se situaron de pie delante de mí y comenzaron a tocarse y a besarse. Mi vista quedaba más o menos a la altura de la polla de mi dueño y podía ver cómo poco a poco se le iba abultando bajo el pantalón. 

  • Señora: Vamos a ponernos ahora delante de mi perro, que vea lo cabrón que puede ser.

Los dos señores continuaron tocándose delante de A., mientras ella le decía cosas como que hoy iba disfrutar de la polla de otro, que su coño sería hoy para otro tío y que a él le tocaría solamente escuchar cómo disfrutaban los dos.

Después de unos minutos, mi dueño me habló: 

  • Señor: Tú, perra, prepara el dormitorio.

Como ya habíamos acordado con anterioridad, encendí unas velas y unas varas de incienso. Y puse unos condones sobre la mesilla. 

  • Laura: Ya está, mi señor.
  • Señor: Bien, perra. Ahora desviste a la señora mientras yo os miro y relájala dándole un masajito. Quiero que me la pongas a punto y cuando vayamos a follar te largas.

Desnudé a la señora poco a poco mientras mi amo nos observaba desde la cama. Luego la invité a tenderse junto a él y recorrí su cuerpo con mi lengua ante la atenta mirada de mi dueño. 

  • Señor: Ahora vete, puta, que vamos a follar. Venga, te volveré a atar a la silla al lado del perro de la señora.
  • Señor: Y tú, perro, espero que disfrutes mientras me follo a tu ama, porque yo te aseguro que voy a disfrutar de lo lindo mientras tú te jodes ahí sentado.
  • Sumiso: Sí, señor, disfrute de ella, por favor.

A. y yo nos quedamos solos en el salón, esposados a las sillas espalda con espalda, mientras los dos señores se disponían a disfrutar juntos y solos en el dormitorio. Cerraron la puerta, pero podíamos oírlos perfectamente riéndose de sus perros y gimiendo.
Foto tomada de internet.
Al rato, mi señor abrió la puerta, me soltó de la silla y me dijo: 

  • Señor: Perra, la señora y yo llevamos un buen rato disfrutando y ahora voy a meterle la polla en el coño. Ven a ponerme un condón y ayudarme a metérsela.
  • Laura: Sí, mi señor, lo que usted mande.

La señora yacía en la cama boca arriba y con las piernas abiertas en una clara invitación a recibir en su coño la polla de mi dueño. 

  • Señor: El condón me lo pones de rodillas.

Me puse de rodillas y agarré la polla mi dueño. Me apetecía mucho metérmela en la boca. La idea de que estuviera tan dura por estar follando con otra mujer me tenía a cien. Le puse el condón, se tumbó sobre la señora y agarré nuevamente su polla apuntándola hacia el coño de ella. Una vez dentro, me dijo: 

  • Señor: Vete, puta. Y te sientas en la silla en la misma postura que estabas, aunque ya no tengas las esposas. Y ni se te ocurra tocarte, perra.
  • Laura:  Sí, mi señor.

Volví a mi sitio, me senté, puse mis manos a la espalda y observé cómo de mi coño brotaba un montón de líquido que manchaba el rojo cojín. Oía a A. respirar jadeante detrás de mí y sabía que estaba tan excitado como yo.

Pronto los oímos follar. Se sentían allí las embestidas de él y se oían los gemidos de ella. Sus respiraciones se aceleraban a la par que las nuestras. A. y yo nos rozábamos con nuestras cabezas y con las puntas de nuestros dedos por detrás de los respaldos de las sillas. Imaginaba su erección a la par que veía la mancha que mi coño estaba dejando en el cojín. Estaba tan caliente…

Los oímos correrse y disfrutamos de ello. Después pasaron unos minutos relajándose antes de que salieran del cuarto.

Cuando lo hicieron, ella traía en la mano el condón lleno de la leche de mi dueño y él, su mano llena de flujos de ella.

La señora se acercó a su perro y, enseñándole en condón, le dijo: 

  • Señora: Qué bien me lo he pasado, perro, no sabes lo que he disfrutado con I. Y él creo que también ha disfrutado porque mira lo que me ha dado…

En ese momento se derramó sobre la mano la leche del condón y se la restregó a A. por la cara. 

  • Señora:  ¿No me das las gracias, perro?
  • Sumiso:  Sí, mi ama. Muchas gracias.
  • Señora:  ¿Gracias por qué, perro?
  • Sumiso: Gracias por follar con el señor I. y por hacerme sentir como un cabrón.
  • Señora:  ¿Y no le das las gracias a I.? ¿Es que no te he enseñado a ser un perro bien educado?
  • Sumiso: Sí, mi ama, lo siento. Señor I., muchas gracias por follarse a mi dueña y por darle placer.
  • Señor:  El placer ha sido mío, puedes estar seguro.

Y mi señor se acercó a mí, me restregó su mano con flujos de la señora por la cara y me obligó a chuparla.

Luego bromearon entre ellos y dijeron: 

  • Señor: Bueno, parece que no se han portado muy mal los perros, ¿no? ¿Van a tener premio o no?
  • Señora: Yo creo que sí, ¿no?
  • Señor: Lo que tú digas, M.M. Ya sabes que cuando estás aquí, eres tú quien manda.

La señora soltó a A. de la silla y lo puso delante de mí. Su polla estaba recta y dura y a la altura de mi boca. 

  • Señora: Perro, fóllale la boca a la puta y báñale la cara con tu leche. Ese es vuestro premio por haber sido unos buenos perros. Y tú, zorra, ya que tienes las manos sueltas, te doy permiso para que te masturbes con la polla de mi perro en la boca. Tu dueño y yo disfrutaremos un ratito mirándoos.
  • Laura: Muchas gracias, señora.
  • Señora: No me las des a mí; dáselas a tu dueño y asegúrate de contar con su permiso antes de aceptar el premio que te ofrezco.
  • Laura: Mi señor, ¿me permite disfrutar del premio que la señora me concede?
  • Señor: ¿Qué premio…?
  • Laura: Comerle la polla a A., que se corra en mi cara y masturbarme mientras tanto.
  • Señor: Sí, puta, come.
  • Laura: Gracias, mi señor, muchas gracias.

A. restregó su polla por toda mi cara antes de metérmela en la boca. Yo tocaba por fin mi coño, que chorreaba sin parar. Y los señores disfrutaban del espectáculo juntitos en el sofá.

Controlé mi orgasmo hasta que sentí el chorro caliente que salía de la polla de A. caer sobre mi frente. Entonces me froté el coño dejándome llevar y me corrí como hacía tiempo que no me corría, gimiendo fuerte y restregando mi cara por aquel rabo que se derramaba.

La sesión terminó con la señora mandándole a A. limpiarme la cara y el coño y ordenándole darle las gracias a mi señor por tanto placer. También yo le di las gracias a la señora por su visita y por haberse follado a mi dueño.

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