viernes, 17 de noviembre de 2017

Bañando a mi señora

Estimada señora Amadelmar:

Debo confesarle que desde que la conozco se ha convertido usted en objeto de mis fantasías más morbosas.

Hoy me gustaría contarle una de ellas, una en la que usted es la absoluta protagonista mientras que mi señor y su perro disfrutan como meros observadores de la escena y yo soy un instrumento para darle placer.

Mi mente se va a una sala grande con una bañera en el centro, de esas antiguas con cuatro patitas. Es un sitio limpio y agradable, con un amplio ventanal y el suelo como un tablero de ajedrez, a cuadros blancos y negros.

Foto tomada de internet.
Al entrar en la habitación, es mi amo quien organiza:

  • Señor: Perra, tú ya sabes lo que tienes que hacer. Tú, perro, ponte de rodillas en ese rincón. Yo me pondré cómodo en ese sillón. Y tú, M.M., déjate llevar y disfruta como te mereces, que hoy mi perra estará solo para tu servicio.

Su perro se arrodilla en el rincón que le indica mi amo y él se acomoda en el amplio sillón, desabrochándose el cinturón y el botón del pantalón.

Pongo a llenar la bañera con agua caliente. Usted y yo permanecemos de pie junto a ella. Usted va elegantemente vestida con una blusa y una falda. La blusa ciñe sus pechos y la falda, sus caderas. Yo llevo un corpiño negro y medias del mismo color. También mi collar de perra y la correa, que usted agarra con una mano.

Me arrodillo delante de usted, acaricio sus pantorrillas y desabrocho las correas de sus zapatos. La descalzo y beso sus pies.

Me levanto y acaricio suavemente su cuerpo por encima de la ropa. Me siento tímida y me da vergüenza mirarla a los ojos. Solo pienso en darle placer.

Toco su cuello con suavidad y deslizo mi mano despacio por el escote de su blusa. Acaricio sobre ella sus pechos y siento que le gusta al notar en mi cuello un leve tirón de la correa acompañando a un gemido suyo.

Bajo hasta su cintura y la giro para desabrochar la cremallera de la falda. Antes de bajársela, palpo con mi mano su cuerpo por debajo y luego poco a poco la dejo caer.

Usted está de espaldas a mí y mis manos vuelven a buscar sus pechos. Los acaricio con suavidad y comienzo desde arriba a desabrochar los botones de su blusa. Cuando ya están todos, la dejamos caer al suelo junto a la falda.

Mientras esto ocurre, mi amo nos observa desde el sofá y su perro, desde el rincón donde está arrodillado. A veces se les oye gemir.

Usted está ya casi desnuda. Desabrocho su sujetador y libero sus pechos. Los vuelvo a acariciar, la giro de nuevo hacia mí y acerco mi boca a sus pezones. Los lamo suavemente y froto mi cara contra ellos dejándola toda mojada de mi propia saliva.

Ahora me vuelvo a arrodillar. Usted ya solo lleva puestas sus braguitas. Paso mis dedos por su entrepierna y un nuevo tirón de la correa me hace sentir su excitación. La acaricio un ratito antes de bajar sus bragas.

Ahora usted está desnuda delante de mí, con su coño a la altura de mi cara. Se lo beso. Se lo vuelvo a besar.

Noto que mi excitación crece, pero no es mi placer el que busco, sino el suyo. Vuelvo a besar su coño y meto mi lengua entre sus labios.
Foto tomada de internet.
Palpo con mis dedos y noto la humedad que va saliendo. Mojo mi dedo corazón en su flujo y repaso con la punta el borde de mi boca.

Y le doy las gracias por dejarme hacerlo, por permitirme arrodillarme ante usted y besar su coño.

Ahora me levanto y la invito a entrar en la bañera. Tenemos un gel de baño que huele a canela, como la vela que usted suele usar conmigo y que siempre me la trae a la memoria cada vez que paso a su lado, y una esponja natural.

Vierto un poco de gel en la esponja y, arrodillada a su lado, empiezo a lavar su cuerpo. Usted está totalmente relajada y se deja hacer. Muy despacio lavo sus brazos, su cuello, su pecho, su espalda, sus piernas y, por último, su coño.

Ahora me coloco detrás de su cabeza. El agua y la espuma cubren su cuerpo. Sigo de rodillas, como debe estar una perra junto a sus dueños. Le recojo el pelo en la parte de arriba y comienzo a besar su cuello y sus hombros. Poco a poco empiezo a notar que su respiración se acelera. Saber que está excitada me excita a mí aún más. Vuelvo a notar el tirón de la correa.

Mis manos bajan ahora hasta sus pechos mojados, por debajo del agua. Mis dedos se deslizan con rapidez sobre sus pezones duros.

Cada vez respira más rápido y yo cada vez tengo más ganas de bajar hasta su coño. Se lo toco y puedo notar como su propia humedad se mezcla con el agua.

Le meto un dedo y usted se estremece. Le meto otro. Y otro más. Entran con facilidad. La follo con mis dedos despacito, mientras noto como el placer la va invadiendo.

  • Señora: No pares, puta.

Y no paro, señora. Mientras le meto los dedos en el coño, rozo su clítoris, con mucha suavidad, como a usted le gusta.

Y de pronto siento un tirón en el cuello y usted se retuerce gimiendo fuerte. Noto como las contracciones de su coño aprisionan mis dedos y sé que se está corriendo en mi mano.

El corazón me late con rapidez. Disfruto tanto dándole placer...

Cuando su orgasmo termina, veo que mi señor se está masturbando. Cruzamos nuestras miradas y observo en sus ojos el orgullo que siente por su perra. Cuando se corre me encuentro mucho más excitada aún.

Su perro tiene la polla aprisionada en una especie de jaulita con un candado. Está roja y muy hinchada, pero los barrotes se le clavan, no permitiendo liberar su erección.

Los dos perros estamos muy calientes, pero no tenemos permiso de nuestros dueños para corrernos.

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Aquí termina esta fantasía, señora Amadelmar. Si le ha gustado, estoy a su disposición para llevarla a la realidad cuando usted desee.

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