Conocimos a la señora Amadelmar a través de la página de DominaciónWorld. Mi dueño estuvo un tiempo buscando una ama con la que compartir sesiones entre los tres y tuvo la suerte de dar con ella, la cual ya tenía un sumiso pero igualmente deseaba ampliar sus experiencias. Después de un breve tiempo de contacto cibernético vimos que había llegado el momento de conocernos en persona.
Unos días antes de quedar le mandé a mi amo la siguiente fantasía para que él se la mandase a ella. No era un guion para realizar, sino solo el modo en que mi mente pensaba ante la expectación de aquel primer encuentro.
Quedamos en nuestra casa, y aunque yo imaginaba algo parecido a esto, debo deciros que la realidad superó a la ficción 😊. Ya os iré contando.
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Llaman a la puerta. Deben de ser nuestros invitados. Yo no los conozco, pero usted me ha hablado muy bien de ellos, por lo que sé que pasaremos una tarde agradable.
Unos días antes de quedar le mandé a mi amo la siguiente fantasía para que él se la mandase a ella. No era un guion para realizar, sino solo el modo en que mi mente pensaba ante la expectación de aquel primer encuentro.
Quedamos en nuestra casa, y aunque yo imaginaba algo parecido a esto, debo deciros que la realidad superó a la ficción 😊. Ya os iré contando.
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Llaman a la puerta. Deben de ser nuestros invitados. Yo no los conozco, pero usted me ha hablado muy bien de ellos, por lo que sé que pasaremos una tarde agradable.
Llevo mi uniforme de sirvienta. Hace tiempo que no me lo pongo, pero hoy la ocasión lo merece; no se tienen invitados así todos los días.
Usted espera en el sillón y cuando suena el timbre, me agarra fuerte del pelo y me da las primeras instrucciones:
- Señor: Ve a abrir, puta, y espero que no tenga que avergonzarme de ti.
Me da un poco de miedo no quedar a la altura de lo que usted espera de mí, pero le prometo que haré todo lo posible por ser una buena sirvienta para usted y nuestros invitados.
Cuando abro la puerta, veo que vienen dos personas: una señora elegante con aspecto de tener un fuerte carácter pero cara de buena persona y un hombre detrás de ella. El hombre lleva al cuello un collar de perro y la señora lo tiene sujeto por una correa. Nada más abrir la puerta, le indica:
- Señora: Pórtate bien, como yo te he enseñado.
- Laura: Buenas tardes, señora, venga conmigo, por favor. Mi señor la espera en el salón.
- Señora: Muy bien, criada, ahora voy. Y tú, perro, ya sabes cómo tienes que comportarte.
El hombre no responde, simplemente se pone a cuatro patas y se dispone a recorrer de esa manera el pasillo que separa la entradita del salón.
Yo les guío hasta el salón y le indico a usted que ya llegó la señora. Se presentan con afabilidad y le ofrece asiento a su lado en el sofá.
- Señora: Perdona, I., ¿dónde puedo dejar al perro?
Y usted le indica el sitio que tiene habilitado para mí y que ahora compartiré con él:
- Señor: Puedes dejarlo ahí. Ahí hay una mantita y un bebedero con agua. Es donde suele descansar la mía cuando le doy permiso.
Usted y la señora comienzan una charla mientras yo espero de pie, en mi sitio junto a la pared, a que usted me indique qué hacer.
- Señora: Me gusta tu criada, parece bien enseñada.
- Señor: A veces es muy rebelde y tengo que castigarla, pero poco a poco la vamos metiendo en cintura.
- Señora: ¿Me permites que le haga un pequeño reconocimiento? Yo también ando buscando criada.
- Señor: Sí, por favor, toda tuya.
La señora se levanta y se viene hacia mí. Me siento nerviosa y muy avergonzada. Sin decir nada, me acaricia el cuello y baja poco a poco hacia mis pechos, los que aprieta para valorar su tamaño. Yo enrojezco. Y ella sigue bajando sus manos hacia mi cintura y mis caderas. Y baja un poco más, hasta donde termina mi vestido. Lo levanta para mirarme las piernas y me hace ponerme de espaldas, mirando a la pared. Entonces levanta la faldita para observar mi culo y desliza una mano por mi entrepierna, sobre mis braguitas.
Sin quitar la mano de ahí, y acercándose a mi oído, la señora me dice:
- Señora: Tu dueño me ha pedido que venga para que te enseñe lo que es un buen perro. ¿Ves lo obediente que es el mío? Pues así tienes que ser tú. Tu amo no te tiene aquí solo para darte de comer y que le limpies la casa; te quiere completamente a su servicio, ¿te enteras?
- Laura: Sí, señora.
- Señora: Pues ahora vas a seguir aquí esperando las órdenes de tu amo, pero te quitarás la parte de arriba del uniforme. Quiero ver esas tetas y no creo que tu amo ponga objeciones, ¿verdad, I.?
- Señor: Que se la quite. La muy puta tiene unas buenas tetas.
Muerta de vergüenza y de humillación, le hago caso a usted y a la señora. Me descubro las tetas y sigo esperando nuevas órdenes en mi rincón mientras ella vuelve al sofá.
Ahora se dirige a su perro:
- Señora: Tú, perro, levántate del suelo y ponte ahí de pie (junto a la misma pared donde yo espero, separados ambos por una estantería). Sácate la polla y espera nuevas órdenes.
El hombre, sin rechistar, se saca la polla y se queda esperando.
Usted le pregunta a la señora si desea tomar algo y ambos deciden tomarse una infusión y unas pastas.
Entonces usted me da nuevas instrucciones:
Entonces usted me da nuevas instrucciones:
- Señor: Puta, prepara unas infusiones para nosotros y sírvenoslas.
- Laura: Sí, mi señor.
Y yo me voy a la cocina y preparo una bandeja con las infusiones y las pastas. Vuelvo al salón y dispongo un mantel limpio sobre la mesa. Sirvo primero a nuestra invitada y luego a usted, mi señor.
Oigo a la señora decirle:
- Señora: Yo cuando meriendo suelo ponérmelo aquí a mis pies y, si se porta bien, le echo alguna cosilla de comer. Perro, ven, échate aquí ─le dice al hombre─, y él se acerca dócilmente a tenderse junto a los pies de su ama.
- Señor: Puta, tú haz lo mismo. Ponte aquí a mis pies y si te portas bien, igual te dejo que comas algo…
Entonces le hace una broma a la señora y le dice:
- Señor: Esta puta nada más que quiere comer polla.
Les oigo reírse y vuelvo a ponerme roja.
Cuando terminan de merendar, me obliga usted a recoger la mesa y a llevarlo todo a la cocina y fregarlo.
Cuando vuelvo, la señora se ha cambiado de ropa y ahora luce un ajustado corpiño y unas botas altas.
- Señora: Puta, métete en el cuarto y ponte a cuatro patas sobre la cama sin quitarte la ropa y de espaldas a la puerta.
Cuando entro en el cuarto, sigo sus instrucciones a pies juntillas. Estoy muy, muy nerviosa. Espero en la postura ordenada durante un rato y entonces les oigo entrar, pero como estoy de espaldas a la puerta, no les veo.
Oigo cómo cierran la puerta del cuarto y cómo la señora obliga a su perro a que se desvista. Entonces lo ata de pies y manos a los arneses que tenemos en la puerta y le dice:
- Señora: Hoy te toca mirar cómo tu ama domestica a otra perra y, si te portas bien, tendrás tu premio.
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